miércoles, 11 de noviembre de 2009

Salander, marca registrada

Salander es la anti-efectiva, quiere poco y se deja querer menos. No es que no tenga corazón (porqué de tenerlo lo tiene, esto está seguro), sino que más bien no sabe utilizarlo y es por eso que teme acercarse a los que le prestan atención. Pertenece a ese grupo de personas a las que la vida les ha tratado peor que mal y, por consecuencia, no ha levantado cabeza por mucho que se muestre salvaje, feroz, fuerte y valiente. La pequeña hacker no teme a los mafiosos, a los ladrones ni a la soledad, pero sin embargo teme a los sentimientos y se horroriza ante la idea de sentirse apreciada o, lo que es peor, apreciar. Salander es un trozo de hielo que arde por dentro, un golpe de piedra, lo que nadie nunca quisiera ser.

Lisbeth es el odio y el resentimiento personificado hacia todos aquellos que abusan, infravaloran y condenan a las mujeres. Lapida con la mirada a todos los que cree sospechosos de tirar la piedra y esconder la mano, les descubre y les hace sufrir sus respectivos actos multiplicándolos por mil. Y es que ningún lector creo que quisiera ser su enemigo o pasar por alguno de sus castigos después de ver como acabó la barriga de Bjurman.

Aún así lo que me transmite la misteriosa Salander es algo ambiguo, contradictorio. Por una parte me da pena y siento lástima por ella, pero por otro lado la admiro: vive la vida a su manera.


Laura Casals

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