sábado, 7 de noviembre de 2009

Futbol vs arbitraje

En la escuela oficial de árbitros:

-Buenas tardes. Venía a preguntar cómo puedo inscribirme.
-Perfecto. Un momento, que aviso a mi compañero. Miqueeeeel! Ven a coger los datos de este hijo de puta!
-¿Disculpe? Yo no soy ningún hijo de puta!
-Nada, nada, Miquel. No hace falta que vengas, que este no sirve para árbitro…


No es solamente un chiste. Es la cruda realidad. Hace poco tomaba un café con un amigo que hace años que es árbitro de futbol, y me comentó que lo dejaba. Pregunta obligada: ¿Por qué? - Los chavales me encantan, sienten el deporte, pero estoy harto de los padres, me dijo.

Lamentable. Y es que lo decía en serio.

Todos sabemos el trato que recibe el árbitro en un campo de futbol. La violencia y el estrés se palpan en el ambiente. Las agresiones, mayor pero no únicamente verbales, ya se consideran tradición. El árbitro, juez frecuentemente convertido en verdugo sin quererlo, es insultado, amenazado e incluso agredido, asumiendo un protagonismo que no busca.

Qué pensarían de alguien que explicara a su hijo que puede robar si no le ven? Se horrorizarían, verdad? Pues plantéense cual es la diferencia entre esto y que un jugador sea aclamado por un estadio después de marcar un gol con la mano cuando el árbitro no está atento. El fin, que en este caso es ganar, nunca justifica los medios.

Las situaciones que se dan en los campos de futbol amateur son, demasiado frecuentemente, lamentables. Padres, hermanos y amigos insultan al árbitro desde las gradas cuando este amonesta a un chaval que ha pateado a otro, o cualquiera otra chorrada. No hacen falta excusas.

Considero que el deporte debería ser bandera de los grandes valores que dan sentido a la vida, entre ellos el respeto y la solidaridad, y que deberíamos educar a nuestros hijos con la palabra. Al fin y al cabo, ellos son nuestro reflejo, y si los adultos tenemos este comportamiento ¿qué futuro nos espera?


Laia Framis Amatllé

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