lunes, 28 de diciembre de 2009

GRAN HERMANO UNIVERSAL

Es el destino de nuestro mundo “avanzado” convertirse en un Gran Hermano a escala universal? Está justificado/es necesario instalar cámaras de seguridad en la vía pública? ¿Aportaran estas más seguridades o menos intimidad?

Hace tres años que trabajo en un periódico comarcal, y hace tres meses fui a un pleno del ayuntamiento un tanto controvertido. En él se ha aprobó (¡por unanimidad!) la instalación de cámaras de vigilancia en el parque Pau Casals. Dicen que allí los jóvenes hacemos botellón y que incluso algunos hacen carreras de motos.

Hasta aquí, parece más o menos lógico.

Pero ... y si les digo que la comisaría de la policía local está a tan sólo 100 metros de este parque? Entonces, bajo mi criterio, es un auténtico abuso y un claro ejemplo de incompetencia e ineficacia policial. No creen que podríamos evitar vivir en una caja de cristal con tan sólo, en este caso, más atención policial?

Y aun otro apunte más. Y es que hoy estoy que muerdo. El pleno que lo aprobó fue hace 3 meses, pero justo hoy han instalado las cámaras en el parque. Y imaginen mi sorpresa cuando esta mañana me doy cuenta de que una de ellas, está enfocada a la ventana de mi comedor.

?!¿?!¿!?¿!?

A partir de ahora brindaré cada noche por una administración más competente y menos autoritaria. A ver si se dan por aludidos.
Laia Framis Amatllé

Intimidad vs Seguridad

Habla Larsson en sus libros de un avance del poder del estado sobre el derecho a la intimidad personal en defensa, precisamente, de los derechos y libertades de los ciudadanos. En su famosa trilogía, el sueco desgrana la sociedad policial en la que vivimos a través de Michael Blomkvist, un periodista adinerado e inconformista que lucha contra las injusticias, y de Lisbeth Salander, una muchacha delgada y violenta que va a contracorriente. Juntos, los dos protagonistas se enfrentan a las grietas de un estado informatizado y corrupto donde intimidad y libertad son poco más que 8 letras escritas en un papel.

Bajando un poco el nivel y pisando tierra, esta intrusión del estado en nuestra privacidad con la excusa de mejorar nuestra seguridad me ha recordado a la situación que desde 2001 se vive en los aeropuertos internacionales.

El atentado de las torres gemelas fue el inicio de una serie de aberraciones contra los derechos de los pasajeros que dista mucho de terminar. Desde el 11 de septiembre, no poder transportar más de 300 ml de líquido o tener que quitarse las botas para pasar el arco de seguridad es de lo más habitual en nuestros aeropuertos, entre otras muchas jilipoyeces.
Pero lo que ya me parece el colmo, es la máquina que están testando algunos estados americanos y también algunos de la UE. Se trata de un aparato de rayos X que permite ver desnudas a las personas con el fin de detectar dispositivos no metálicos así como posibles armas o explosivos ocultos adosados en el cuerpo.
Aberrante. No se me ocurre más adiente descripción. Soy consciente de que vivimos en la cultura del miedo, pero tal humillación con la excusa de la seguridad me parece totalmente intolerante. Y ya de paso, inútil. Desde la antigüedad el poder ha inventado triquiñuelas para evitar el fraude y el crimen, pero los fraudulentos y los criminales siempre han encontrado el modo de sobrepasar los muros que se les ha ido interponiendo. ¿Qué les hace pensar que hacernos fotos en pelotas es la solución definitiva?
Laia Framis

domingo, 6 de diciembre de 2009

Presos del pánico


Cámaras filmándonos en los cajeros, detectores de metales en los aeropuertos y personal de seguridad en todas partes: desde las grandes superficies hasta el transporte público, pasando por discotecas, empresas o museos. El mensaje es claro: cualquiera de nosotros puede atentar contra la seguridad y el equilibrio de la sociedad, así que mejor será prevenir.

Nos movemos hacia un mundo más seguro, que nos ofrece una protección durante las 24 horas del día, los 365 días del año. El Estado y las empresas privadas velan por nosotros en todo momento, para que no roben en nuestros bancos, en nuestras casas, para que nadie nos haga daño. Resulta curioso. Desde nuestra propia comunidad se nos intenta proteger de la gente que la integra. Al menos, de una parte de ella, a la que conviene tener bajo control.

¿Es nuestro mundo una cárcel? Es posible. Tal vez no haya rejas, pero en ocasiones podemos llegar a sentirnos como presidiarios. Vigilan nuestros movimientos en cualquier parte y hasta poseemos un documento que nos identifica y con el que el Estado puede saber cómo nos llamamos, cuándo nacimos y dónde vivimos. Tanta seguridad me hace sentir insegura. ¿De verdad hay tantos peligros rodeándonos?

viernes, 4 de diciembre de 2009

Que no nos encarcelen


Dije que no puede ser, por guillotinar el derecho a la privacidad. Que el Estado de Derecho no puede de ningún modo convertirse en un voyeur omnipresente, que todo lo ve y todo lo escucha. Que no puede infiltrarse en nuestro disco duro en busca de carroña ni espiar nuestras conversaciones telefónicas con la boca cerrada. Pues no puede robar la intimidad a los ciudadanos a la mínima ocasión, en aras de la seguridad.

Lo reafirmo. No puede ser que así sea. Y ahora añado que además no creo que suceda. No creo que el siglo XXI se convierta en una cárcel de cristal en la que cada uno de nosotros sea sin saberlo un reo que anda por ahí suelto con libertad vigilada y bajo fianza, la fianza de nuestra intimidad. No, no creo que eso ocurra, pues no en vano se luchó, años atrás y con tanto esfuerzo, para conseguir los derechos de los que ahora disponemos. Dudo que el mundo entero acatase, sin inmutarse, vivir día tras día en un Gran Hermano Policial a escala planetaria. Nos rebelaríamos en la defensa de ese derecho que nuestra Constitución recoge y reivindicaríamos que, de nuevo, nadie fuese “objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada”.

No. No creo que el mundo se convierta en un gran queso gruyer perforado con cientos de agujeros por los que espiar al prójimo cuando a uno le apetezca, pues no es compatible esa persecución extrema con la democracia. Pero lo intentarán, un micro aquí y otro allá…

Habrá que luchar para evitarlo. Y si al final nos consiguen encarcelar en una gran caja de cristal habrá que zarandearla hasta que se rompa a pedazos o cambiar cada una de sus cuatro paredes… por vidrios tintados.

Blanca Mendiguren

martes, 1 de diciembre de 2009

Entre Pippi Langstrump y Lara Croft... Lisbeth Salander


La ultramoderna Pippi Calzaslargas es rara, nunca da explicaciones sobre sí misma, su estética es una mezcla entre punk y gótica. Es tan pequeña y baja que parece una anoréxica de quince años. Tiene toda la cara perforada con piercings y otros repartidos por el cuerpo que combinan con los tatuajes.


Es una fumadora empedernida y con tendencias bisexuales que posee una inteligencia extraordinaria y memoria fotográfica. Lisbeth Salander ha sido descrita como antisocial, violenta, que ha sido prostituta, practica el sadomasoquismo y padece trastornos mentales de envergadura. Posee una fría comprensión y aceptación de la realidad; porque siempre toca de pies en el suelo; porque cree que sobrevivir implica mantener unos valores morales intocables. Durante su adolescencia y juventud tuvo problemas emocionales. Fruto de esos traumas de juventud, Salander siente también un odio patológico hacia los hombres que maltratan a las mujeres y no duda en utilizar contra ellos la violencia más extrema.


Todo un repertorio de cualidades que nos hacen preguntar qué tiene Lisbeth Salander para enganchar tanto y ser el ídolo de masas de millones de lectores. Salander es la nueva heroína (en los dos sentidos de la palabra) y una auténtica bomba. Stieg Larsson ha sabido crear el personaje perfecto para que la gente se sienta identificada, en muchas de las situaciones que vive Lisbeth, con este personaje tan peculiar y fuera de lo común en la literatura europea.

Sandra Fontanet