sábado, 7 de noviembre de 2009

Espectacularmente violento

He matado a un compañero de trabajo mientras escuchaba Phil Collins. He comido brochetas de champiñones y mejillas humanas en medio del bosque. He acabado con aquellos que me traicionaron. He pegado a desconocidos en peleas clandestinas. Y no siento ni un ápice de arrepentimiento.


Es un hecho. Bueno o malo, pero inevitable. La violencia es inherente al ser humano. Y el cine nos la presenta como un espectáculo: ¿la está banalizando o nos ayuda a canalizarla? En mi humilde y pacífica opinión, el cine nos brinda la oportunidad de sufrir en la piel de las víctimas y experimentar el horror de la mano de aquellos que la ejercen. Damos salida a nuestros instintos, experimentamos a través de los personajes, viviendo situaciones con las que, probablemente, nunca llegaremos a encontrarnos en nuestra vida cotidiana.

Y es que necesitamos la violencia, y el cine es un excelente mecanismo para sentirla, aunque no sea de una forma totalmente real. Gracias al séptimo arte, podemos dejar de ser nosotros para convertirnos en psicópatas asesinos, caníbales refinados, extorsionadores sin escrúpulos o agresivos esquizofrénicos…siempre y cuando sólo sea durante un par de horas.

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