jueves, 15 de octubre de 2009

Gris


Blanco. Negro. Bueno. Malo. Verdad. Mentira. Moral. Inmoral. Teóricamente, son conceptos diametralmente opuestos, contradictorios, incompatibles. Sin embargo, ¿dónde está la frontera que separa a uno de otro? ¿Se trata de una fina línea o de un inmenso abismo? ¿Quién decide dónde se sitúa?

La excusa para hablar de esta controvertida cuestión no es otra que Aquello que Lisbeth Salander le hizo a su segundo tutor, Nils Bjurman, en Los hombres que no amaban a las mujeres, la primera parte de la exitosa trilogía Millennium, del escritor sueco Stieg Larrson. ¿Es Aquello algo moral, justo, necesario? ¿O se trata más bien de un comportamiento excesivo, además de un delito?

Confieso que Aquello era, aproximadamente, lo que yo esperaba que Lisbeth hiciera. No creo que resulte sencillo reaccionar de una forma racional después de sufrir, tanto física como psíquicamente, un ataque tan brutal. Sí, tal vez lo mejor hubiese sido, al menos, a nivel legal, recurrir a las autoridades para resolver el asunto, pero, visto el historial de la joven y su particular relación con la policía, no estoy demasiado segura de cómo hubieran ido las cosas. Seguramente, un reputado e intachable abogado tendría más probabilidades de salirse con la suya que una extraña joven considerada además como una retrasada social.

Yo me pregunto, ¿dónde está, en este caso, el límite entre la venganza y la legítima defensa? ¿Qué hubiese pasado en ese segundo encuentro en casa del tutor si ella no hubiese trazado aquel plan? Probablemente el final de la visita no hubiese acabado de forma demasiado diferente a la de la primera, vista la actitud de Bjurman. Tal vez Aquello fuera más sensato de lo que podría parecer en un primer momento, si tenemos en cuenta las circunstancias. Supongo que no es tan sencillo determinar si Aquello es moral o inmoral. Si es bueno o malo. Al fin y al cabo, “en este mundo traidor, nada es verdad, nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”.

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