miércoles, 28 de octubre de 2009

Moralidad inmoral e inmoralidad moral

Si la venganza se sirve en un plato frío Salander es la cocinera perfecta de sopas esquimales. Ni perdona ni olvida, la chica lo tiene claro. Y de la misma forma que, cual perfecta hacker, entra en los ordenadores de sus clientes, entra también en las pesadillas de Bjurman des del primer día que decide entrometerse en su misteriosa vida, aunque sin apenas él saberlo... ¿pobrecito?

Nos aterra la idea, nos horroriza imaginarle tatuando la barriga del abogado acosador. Pero nos encanta, nos satisface saber que el malo ha recibido su merecido y nos deleita la forma en la que actúa la protagonista. Leemos, leemos imaginamos y mientras pensamos que tal recompensa es una brutalidad nos maravilla Bjurman atrapado en su propio abuso.

¿Es moral lo que hace Salander?, ¿es inmoral que nos guste?, ¿o simplemente hay un tabú en todo lo que representa el acto vengativo? ¿y si éste se lleva al extremo? La tortura es inmoral, la recompensa moral, la recompensa mediante la tortura es...

Quizás no cabe ética cuando se trata de devolver incordios. Quizás Salander debería haber llamado a la policía y denunciar el hecho, quizás debería haber hablado con Mikel para que le aconsejara dónde dirigirse. Quizás esto hubiera sido lo éticamente y políticamente correcto, aunque quizás no hubiera sido lo más efectivo.

Los actos de Salander son inmorales, no podemos pretender cobrarnos las injusticias de forma propia. Pero repito, a mí personalmente, me fascinó la escena.

Laura Casals

martes, 27 de octubre de 2009

¿Será este el principio del fin?


Ya no es “normal”, ya no es “permisible”. Los medios de comunicación se hacen eco, las instituciones actúan, la sociedad se solidariza. La violencia de género ya no es un asunto doméstico, privado, algo que permanezca únicamente en la casa y en los doloridos miembros de sus víctimas. Sin duda, hay puestas en esta lucha mucho empeño y muchas buenas intenciones pero, ¿son realmente efectivas? ¿Está disminuyendo la violencia hacia las mujeres? ¿O sólo ha aumentado el número de víctimas que se deciden a denunciar?

No es fácil saber con seguridad si hay más o menos violencia de género, ya que se trata de un asunto que muchas veces permanece oculto, silenciado por las propias víctimas. Y si nos basamos en el número de denuncias, los datos que se obtienen no son del todo exactos. Habrá mujeres que denuncien varias veces, mientras que las habrá que no lo hagan nunca, y si además consideramos las denuncias falsas, determinar el número de víctimas se complica todavía más.

En 2004 el número de denuncias por malos tratos ascendía a un total de 57.527, y en 2008 se presentaron 142.125. De estas cifras podría desprenderse que la violencia de género está aumentando, y de forma alarmante, además. Sin embargo, me resulta mucho más esperanzador pensar que lo que está aumentando es el número de mujeres que han decidido tratar de poner fin a su situación, que han empezado a confiar en las leyes, en las instituciones, en la sociedad que las ampara. Que lo que está aumentando es el número de mujeres que han empezado a rebelarse contra su dolorosa realidad, dando ese difícil (por muy simple que parezca) paso adelante para dejar atrás su cotidiana pesadilla.

sábado, 24 de octubre de 2009

Desde tiempos inmemoriales...

No es una mala práctica hija del siglo XXI, ni tampoco un odio latente a lo largo de la historia que ahora ha decidido extenderse entre la sociedad como una plaga. Siempre ha existido y de momento lo sigue haciendo. La violencia de género no es algo nuevo. Lo que sucede es que siempre había estado de puertas (cerradas con llave) para adentro, y es ahora cuando las víctimas, gracias al apoyo institucional, empiezan a atreverse a denunciar su calvario.

Hasta hace relativamente poco, lo que hiciera un hombre con “su” mujer, no incumbía a nadie. Es más, una bofetada de vez en cuando no estaba mal vista, siempre que la esposa “se hubiera portado mal”, pues dejaba claro quién mandaba. Ya en la sociedad griega de la época clásica se pueden observar muestras de machismo en figuras como Pandora, la mujer causante de los males de la humanidad, así como de esa violencia de género tan comúnmente aceptada en grandes obras como la “Íliada”:

«Mas siéntate en silencio y acata mi palabra,
no sea que ni todos los dioses del Olimpo puedan socorrerte cuando yo me acerque y te ponga encima mis inaferrables manos»
(Zeus a Hera en la Ilíada, I, vv. 565-567).


Así que no, no es que ahora haya más violencia de género, lo que sucede es que es ahora cuando se está actuando en contra de los maltratadores porque ya no se concibe a la mujer como una posesión, un objeto sexual cuya única misión es satisfacer los deseos de un hombre. Es ahora cuando se intenta conseguir que las víctimas dejen de serlo. El pensamiento general ha mudado de piel y es ahora cuando no es más hombre aquel que se cree superior a una mujer.

Y es por eso que ahora la sociedad se alza en contra de todos esos hombres que no aman a las mujeres.

Blanca Mendiguren

miércoles, 21 de octubre de 2009

Fenomenos racionales


Es sabido por todos, que los seres humanos son criaturas racionales. La racionalidad entendida como la capacidad humana que permite pensar, evaluar y actuar de acuerdo a ciertos principios de optimismo y consistencia, para satisfacer algún objetivo o finalidad. No obstante, hasta el más racional de todos nosotros puede convertirse, de manera repentina y en determinadas ocasiones, en un ser completamente irracional. No es necesario que la irracionalidad derive en actos, mucha gente muestra su irracionalidad en sus más profundos pensamientos o, incluso, los llega a hacer realidad gracias a los sueños.

Tuve que pararme a pensar en la racionalidad cuando el abogado Nils Bjurman agrede sexualmente y, de una manera brutal, a Lisbeth Salander, una de las protagonistas de Los hombres que no amaban a las mujeres, el primer libro de la exitosa trilogía Millenium, del escritor sueco Stieg Larrson. En cambio, no se me pasó por la cabeza pensar en la racionalidad cuando Lisbeth llevó a cabo su venganza personal contra el abogado. No creo que sea correcto ni moral lo que Salander hizo a Bjurman, pero pienso que en la situación en la que se encuentra la joven era lo mejor que podía hacer para vengarse de su administrador. ¿Quién va a creer a una chica con antecedentes y con un historial que muestra su inadaptabilidad social? Por eso mismo, en este caso lo mejor que podía hacer Lisbeth era “coger el toro por los cuernos” y solucionar ella misma el problema asegurándose de que no volviera a ocurrir otra agresión tan brutal.

Estoy segura de que el castigo que Lisbeth le da a Nils Bjurman es mucho peor que cualquier otro castigo que provenga de los tribunales. Ya no se trata solo de un tema moral, sino que se pasa al terreno de la justicia y la venganza. Y si no pensáis que es así, poneros en el lugar de Lisbeth Salander. ¿Qué haríais si sufrieses una agresión tan brutal?


Sandra Fontanet

jueves, 15 de octubre de 2009

Gris


Blanco. Negro. Bueno. Malo. Verdad. Mentira. Moral. Inmoral. Teóricamente, son conceptos diametralmente opuestos, contradictorios, incompatibles. Sin embargo, ¿dónde está la frontera que separa a uno de otro? ¿Se trata de una fina línea o de un inmenso abismo? ¿Quién decide dónde se sitúa?

La excusa para hablar de esta controvertida cuestión no es otra que Aquello que Lisbeth Salander le hizo a su segundo tutor, Nils Bjurman, en Los hombres que no amaban a las mujeres, la primera parte de la exitosa trilogía Millennium, del escritor sueco Stieg Larrson. ¿Es Aquello algo moral, justo, necesario? ¿O se trata más bien de un comportamiento excesivo, además de un delito?

Confieso que Aquello era, aproximadamente, lo que yo esperaba que Lisbeth hiciera. No creo que resulte sencillo reaccionar de una forma racional después de sufrir, tanto física como psíquicamente, un ataque tan brutal. Sí, tal vez lo mejor hubiese sido, al menos, a nivel legal, recurrir a las autoridades para resolver el asunto, pero, visto el historial de la joven y su particular relación con la policía, no estoy demasiado segura de cómo hubieran ido las cosas. Seguramente, un reputado e intachable abogado tendría más probabilidades de salirse con la suya que una extraña joven considerada además como una retrasada social.

Yo me pregunto, ¿dónde está, en este caso, el límite entre la venganza y la legítima defensa? ¿Qué hubiese pasado en ese segundo encuentro en casa del tutor si ella no hubiese trazado aquel plan? Probablemente el final de la visita no hubiese acabado de forma demasiado diferente a la de la primera, vista la actitud de Bjurman. Tal vez Aquello fuera más sensato de lo que podría parecer en un primer momento, si tenemos en cuenta las circunstancias. Supongo que no es tan sencillo determinar si Aquello es moral o inmoral. Si es bueno o malo. Al fin y al cabo, “en este mundo traidor, nada es verdad, nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”.

lunes, 12 de octubre de 2009

Venganza y justicia (y viceversa)



Creo que la sed de venganza es un sentimiento perfectamente humano. Es más, pienso que es un instinto que frustra mucho no poder satisfacer . En mi opinión, tomar ciertas represalias no es necesariamente malo, y puede hasta ser higiénico para nuestra salud mental.

Aún así, quienes idearon los estados modernos consideraron que, para salvar la sociedad de crueldades constantes, los ciudadanos debíamos ceder nuestro histórico derecho de saldar cuentas a un ente llamado justicia.

Esta institución rige desde entonces los procesos de reparación del mal causado y es la encargada de satisfacer nuestros deseos de venganza. Pero … ¿que pasa cuando el Estado se revela inútil en el cumplimiento de este compromiso?

Pienso que este es el caso –entre otros muchos, ¡demasiados!- en el que se encuentra la protagonista de Millenium, Lisbeth Salander. Se trata de un personaje atormentado al que la sociedad ha dado la espalda desde el momento en que nació. Por este motivo no confía en los códigos establecidos ni en las instituciones que nos representan y actúa con total independencia y crueldad para vengar su desgracia.

Yo nunca he creído en la Ley del Talión. Nunca. Jamás. Estoy de acuerdo con Ghandy en que si nos rigiéramos por el Ojo por ojo, el mundo acabaría ciego. Y de ahí mi sorpresa al considerar que la venganza de Lisbeth no es sólo justa y merecida, sino ejemplar. Brillante. ¿Como defenderse, sino, del sistema viciado y corrupto en el que vive y de la absoluta indefensión a la que ha sido condenada?
Laia Framis Amatllé

Contra las buenas costumbres

Inmoral.
Si partimos del significado que propone la Real Academia Española para esta palabra, según el cual una acción de este tipo “se opone a la moral o a las buenas costumbres”, ciertamente se podría tachar la actuación de Lisbeth Salander de inmoral. Atar a tu tutor a su propia cama tras haberle propinado una descarga eléctrica para después torturarle y humillarle no es lo que el conjunto de la sociedad coincidiría en considerar una “buena costumbre”.

No obstante, el comportamiento de Salander no es fruto de un ataque de locura fortuito. Es la respuesta a una acción igual de inmoral, impulsada en esta ocasión por el citado
tutor, Nils Bjurman, quien aprovechándose de la situación de poder que ejerce sobre Lisbeth por ser el administrador de sus bienes no duda en someterla físicamente a sus más turbios deseos.

Pero aún así, la actuación de Lisbeth sigue siendo totalmente inmoral. Una venganza de tales características no ayuda a conseguir una armonía social, sólo genera más odio. Es un círculo vicioso. La violencia crea más violencia.

Aunque lo cierto es que por muy inmoral que sea, pocos permaneceríamos impasibles en una habitación cerrada a solas con Bjurman si esa tal Lisbeth Salander fuera nuestra hija, hermana o pareja. Dudo que el deber moral le ganara la batalla al odio y a la rabia.

No sé si yo sería tan benevolente con ese sujeto como lo fue Salander.

Blanca Mendiguren