Lo reafirmo. No puede ser que así sea. Y ahora añado que además no creo que suceda. No creo que el siglo XXI se convierta en una cárcel de cristal en la que cada uno de nosotros sea sin saberlo un reo que anda por ahí suelto con libertad vigilada y bajo fianza, la fianza de nuestra intimidad. No, no creo que eso ocurra, pues no en vano se luchó, años atrás y con tanto esfuerzo, para conseguir los derechos de los que ahora disponemos. Dudo que el mundo entero acatase, sin inmutarse, vivir día tras día en un Gran Hermano Policial a escala planetaria. Nos rebelaríamos en la defensa de ese derecho que nuestra Constitución recoge y reivindicaríamos que, de nuevo, nadie fuese “objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada”.
No. No creo que el mundo se convierta en un gran queso gruyer perforado con cientos de agujeros por los que espiar al prójimo cuando a uno le apetezca, pues no es compatible esa persecución extrema con la democracia. Pero lo intentarán, un micro aquí y otro allá…
Habrá que luchar para evitarlo. Y si al final nos consiguen encarcelar en una gran caja de cristal habrá que zarandearla hasta que se rompa a pedazos o cambiar cada una de sus cuatro paredes… por vidrios tintados.
Blanca Mendiguren
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