domingo, 6 de diciembre de 2009

Presos del pánico


Cámaras filmándonos en los cajeros, detectores de metales en los aeropuertos y personal de seguridad en todas partes: desde las grandes superficies hasta el transporte público, pasando por discotecas, empresas o museos. El mensaje es claro: cualquiera de nosotros puede atentar contra la seguridad y el equilibrio de la sociedad, así que mejor será prevenir.

Nos movemos hacia un mundo más seguro, que nos ofrece una protección durante las 24 horas del día, los 365 días del año. El Estado y las empresas privadas velan por nosotros en todo momento, para que no roben en nuestros bancos, en nuestras casas, para que nadie nos haga daño. Resulta curioso. Desde nuestra propia comunidad se nos intenta proteger de la gente que la integra. Al menos, de una parte de ella, a la que conviene tener bajo control.

¿Es nuestro mundo una cárcel? Es posible. Tal vez no haya rejas, pero en ocasiones podemos llegar a sentirnos como presidiarios. Vigilan nuestros movimientos en cualquier parte y hasta poseemos un documento que nos identifica y con el que el Estado puede saber cómo nos llamamos, cuándo nacimos y dónde vivimos. Tanta seguridad me hace sentir insegura. ¿De verdad hay tantos peligros rodeándonos?

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