lunes, 28 de diciembre de 2009

Intimidad vs Seguridad

Habla Larsson en sus libros de un avance del poder del estado sobre el derecho a la intimidad personal en defensa, precisamente, de los derechos y libertades de los ciudadanos. En su famosa trilogía, el sueco desgrana la sociedad policial en la que vivimos a través de Michael Blomkvist, un periodista adinerado e inconformista que lucha contra las injusticias, y de Lisbeth Salander, una muchacha delgada y violenta que va a contracorriente. Juntos, los dos protagonistas se enfrentan a las grietas de un estado informatizado y corrupto donde intimidad y libertad son poco más que 8 letras escritas en un papel.

Bajando un poco el nivel y pisando tierra, esta intrusión del estado en nuestra privacidad con la excusa de mejorar nuestra seguridad me ha recordado a la situación que desde 2001 se vive en los aeropuertos internacionales.

El atentado de las torres gemelas fue el inicio de una serie de aberraciones contra los derechos de los pasajeros que dista mucho de terminar. Desde el 11 de septiembre, no poder transportar más de 300 ml de líquido o tener que quitarse las botas para pasar el arco de seguridad es de lo más habitual en nuestros aeropuertos, entre otras muchas jilipoyeces.
Pero lo que ya me parece el colmo, es la máquina que están testando algunos estados americanos y también algunos de la UE. Se trata de un aparato de rayos X que permite ver desnudas a las personas con el fin de detectar dispositivos no metálicos así como posibles armas o explosivos ocultos adosados en el cuerpo.
Aberrante. No se me ocurre más adiente descripción. Soy consciente de que vivimos en la cultura del miedo, pero tal humillación con la excusa de la seguridad me parece totalmente intolerante. Y ya de paso, inútil. Desde la antigüedad el poder ha inventado triquiñuelas para evitar el fraude y el crimen, pero los fraudulentos y los criminales siempre han encontrado el modo de sobrepasar los muros que se les ha ido interponiendo. ¿Qué les hace pensar que hacernos fotos en pelotas es la solución definitiva?
Laia Framis

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